Época: siglo de Pericles
Inicio: Año 425 A. C.
Fin: Año 400 D.C.

Antecedente:
La pintura

(C) Pilar León Alonso



Comentario

En el último cuarto de siglo las figuras representadas en los lekythoi se caracterizan por el patetismo atormentado, que hemos de relacionar con los nuevos aires humanizadores de la tragedia. Obras magistrales son las del Pintor del Cañaveral, de hacia el año 430, conservadas en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas. Son decoraciones en las que la violencia de los escorzos y el apasionamiento de las miradas expresan una conmoción interior evocadora del arte de Parrhasios. El colorido se vuelve más cálido con predominio de los tonos pastel y como novedad hay que señalar la aparición del celeste y del verde.
La influencia de la pintura mural y de otras formas de la pintura mayor se deja sentir a comienzos de este período en artistas como Aisón, el Pintor de Prónomos, el Pintor de Suessula y el Pintor de Talos. No todos tienen la misma inspiración, pero todos parecen poner los ojos en las enseñanzas de Polignoto de Thasos y del Pintor de los Nióbides. Vuelven los temas de vieja raigambre mitológica, como es el caso de una copa de Aisón conservada en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, en la que Teseo precedido por Atenea arrastra por la oreja al Minotauro. Vuelven también las amazonomaquias y gigantomaquias en versión fidíaca tomada del escudo de la Atenea Partenos. En este sentido hay que destacar la labor realizada por el Pintor de Prónomos y sus colaboradores, pues a ese círculo se adscribe un fragmento de una crátera de Nápoles, que reproduce incluso la composición circular de la gigantomaquia del escudo de la Partenos.

La receptividad del Pintor de Prónomos ante otros adelantos relacionados con la pintura se advierte en una crátera de volutas de Nápoles. Su decoración parece un escenario teatral, pues incluso los personajes representados van provistos de sus respectivas máscaras. En relación con la técnica hay que señalar la novedad de superponer colores a la figura roja.

El Pintor de Talos recibe nombre de la crátera decorada con el castigo de este personaje mitológico, y en sus obras se perciben ecos de la pintura mayor contemporánea, sobre todo, a la manera de Zeuxis. Las escenas al aire libre y la atención prestada a la naturaleza así parecen sugerirlo.

Ahora bien, las decoraciones cerámicas más características de finales de siglo son fáciles de reconocer por la suntuosidad, exuberancia y refinada sutileza propias del estilo bello. La temática es fundamental y casi exclusivamente femenina con marcado cariz intimista. Asimismo, hay que destacar el gusto por lo ornamental, la complacencia en la reproducción de los detalles -elementos vegetales, diseños y calidades de los tejidos- y la policromía alegre, dominada por el blanco y el amarillo y enriquecida con adherencias a la barbotina o en un relieve bajísimo.

Preludia el nuevo estilo el Pintor del Dinos, discípulo del Pintor de Kleophón. Las características reseñadas se ven resumidas en su interpretación del rapto de Hipodamia por Pelops de un ánfora de Arezzo. La composición parece un delicioso cuadrito en el que Hipodamia ofendida y distante se mantiene erguida en el carro, mientras Pelops azuza a los caballos y mira ansioso hacia atrás con la melena y el manto al viento. Los motivos ornamentales de las telas, las palmetas que decoran el carro, el arbusto que se queda atrás, son detalles preciosistas en los que el pintor se recrea.

La plenitud del estilo bello llega con el Pintor de Eretría y con su discípulo el Pintor de Meidías. El Pintor de Eretría es rendido admirador del eterno femenino y consumado miniaturista, lo que explica su preferencia por los vasos pequeños. Un epínetro hallado en Eretría le da nombre y acredita como artista de buen gusto. La decoración de este vaso consta de dos escenas similares pero independientes: en un lado la visita a Alcestes de sus amigas y compañeras y en el otro la toilette de Harmonía. En ambas el bullicio, la charla, las posturas despreocupadas crean un ambiente animadísimo en el que ya se observa cierto amaneramiento, como indica la postura inverosímil de Alcestes, que aparece a punto de resbalar. Desde el punto de vista del estilo son típicos los haces de líneas finas que representan los pliegues del vestido, y las vagas referencias a la perspectiva en elementos arquitectónicos y mobiliario, a pesar de lo cual la composición es plana.

El Pintor de Meidías supera al maestro y logra fusionar la tendencia miniaturista con la influencia de la pintura mayor: composiciones en distintos planos al modo polignótico, árboles que tapan parcialmente, apostura de los personajes. En la crátera de Palermo representa a Phaón en Lesbos con su estilo peculiar, en el que no falta la profusión de líneas para los pliegues de los vestidos ni la mímica amanerada. Pero, sobre todo, el Pintor de Meidías es célebre por las decoraciones de hydrias, el summum del lujo y la sensualidad. Buena prueba es la decorada con el rapto de las hijas de Leukippos por los Dioscuros, escena que a pesar del número de figuras y del movimiento resulta una frágil preciosidad. El Pintor de Meidías es a la pintura de vasos lo que Kallímachos a la escultura y por lo mismo incurre en un manierismo decadente.

A partir de entonces, durante los últimos años del siglo V y primeros del IV, comienza la pérdida de calidad en el dibujo, negligencia que se superpone a otros factores y contribuye al desprestigio de la cerámica ática.